Servidores incansables

Padre Hugo Segovia

El colegio cardenalicio ha sido noticia en los últimos días. Actualmente, y procedentes de 69 naciones, está compuesto por 54 europeos con una mayoría de italianos; 36 de América (13 del Norte y 23, latinoamericanos), 18 de África, 16 de Asia y 4, de Oceanía.

Un lento pero efectivo proceso de universalización que comenzó con Pio XII en el histórico Consistorio de 1946, a poco del final de la Guerra. Antes del Consistorio del 5 de octubre hubo, al menos, dos partidas importantes. Unos de ello el cardenal italiano Achile Silvestrini, fallecido a los 95 años que estuvo al servicio de seis papas.

Procedente de la diplomacia vaticana tan reconocida en todo el mundo. Nombres notables como los de Domenico Tardini, Amleto Cicognani y Agustino Casaroli fueron sus modelos pero el también paso a integrar la galería de los grandes. “Tempus doce bit” es una expresión que se utiliza para mostrar como el paso de los años es el mejor maestro de una Iglesia que cuenta en su haber con dos mil trabajosos años.

Achile silvestrini
Tuvo mucho que ver con la Conferencia de Helsinki donde la llamada “ostpolitik vaticana” logro superar la dudosa de los tiempos de la guerra fría. También fue factor decisivo en el problema de la actualización del Concordato entre Italia y el Vaticano, salpicado por su origen farsista. No llamo la atención por esto que en sus funerales estuviera presente Giuseppe Conti, presidente de Italia.

Pero un cardenal, como todo obispo o sacerdote, no puede reducirse a una tarea por importante que este sea. Decía un sacerdote salesiano llamado a colaborar con el sustituto de la Secretaria de Estado: “tanto es misión trabajar en Pakistán como en el Vaticano”. Aquí aparece Silvestrini con su trabajo en Villa Nazaret en la cual se forman jóvenes socialmente desfavorecidos y donde su asidua presencia era un dato reconocido para todos.

Como lo era su amistad con Federico Fellini de quien era paisano. Aunque ya hemos mención de ello, es justo que lo reiteremos. Sobre todo por la homilía de las exequias que es un texto realmente inspirado. Imposible no recordar lo que le dijo a una desolada Giulietta Masona a quien entonces llamo “Gel omina”, el nombre de su personaje en “La estrada”. Palabras suyas nos ayudan a conocerlo mejor: “La Iglesia debe profundizar, sobre todo, el Concilio que apenas ha entrado en su vida. En él se encuentran los temas de la mayor actualidad”“es el Concilio de donde debemos partir”.

Roger Etchegaray
No podemos olvidar a otro enorme cardenal: el francés Roger Etchegaray, nacido en 1922, arzobispo de Marsella hasta su traslado al Vaticano donde no solo presidio la Comisión de Justicia y Paz (de la que fue vicepresidente nuestro monseñor Jorge Mejías) y nada menos que al frente de las celebraciones del Jubileo del año 2000.

Difíciles misiones en tantos lugares de los cuales habla en un precioso libro que tantas veces hemos hablado en esta columna;…… lo llamaban- y el mismo se autollamada- “cocinero” del histórico Encuentro en Asís (1987) con los representantes de las principales religiones de todo el mundo y China, Fidel Castro, Saddam Hussein y jefes de tribus africanos, la guerra de los balcones son algunas de los personajes y los lugares que pudieron comprobar que el mote que en Roma le habían endilgado ( “dos ojos y una sonrisa”) eran mucho más que eso.

“Fui a guerras que duraban, impulsadas por el odio. He visto muchas miserias. En primera persona viví el genocidio en Ruanda marcada también por la esperanza de los hombres”. En ese libro recuerda dos de sus más significativos encuentros: uno con Castro que le hablaba de la devoción de su madre y quería saber el ítem de una canonización. Le dijo: “quizás su madre y la mía se encuentran cerca y nos miran como cuando éramos niños” a los cual Castro respondió con una lagrima que rodo por su mejilla.

Con Hussein: “el no veía que yo escondía en las manos el Rosario mientras el desgranaba el suyo, cerámico”. Al despedirlo (sin duda, agrego yo, deslumbrado por esos dos ojos y esa sonrisa) “me felicito por mi buena salud y tuvo una salida inesperada: si usted no fuera sacerdote le habría ofrecido una hermosa esposa ira quena«.