El evangelio de San Mateo se inicia con una larga lista de nombres. Son dice “los antepasados de Jesús, hijo de David e hijo de Abraham”. Tiene la intención que se descubra la centralidad de Jesús en la historia. Es como cuando, desde la cima de una montaña, podemos vislumbrar todo el panorama.
Jesús es el hijo de David y el hijo de Abraham porque es el que da cumplimiento a las promesas de Dios. La lista termina en José “esposo de María de la cual nació Jesús, llamado también Cristo”. Jesús no es un personaje fuera de la historia de los hombres. No es tampoco un personaje de ficción, no es un extraterrestre, no es alguien aparecido de no sabemos donde y cuando. Más aún, es el que da plenitud a la historia. Y porque es hijo de David y de Abraham no pertenece a una sola cultura ni a una raza, a ninguna cultura por más que se dio tanto en hablar de una civilización occidental y cristiana.
Es por ello que en la lista entran no solo mujeres del pueblo de Israel como Sara, Rebeca, Lía y Raquel sino también algunas paganas como Rahab y Rut no faltan tampoco pecadoras como Tamar y la mujer de Urias como para mostrar que no se trata de una historia angelical, si no de una permanente aventura en la que conviven la gracia y el pecado.
Más allá de los límites de Israel
Nos enseña Mateo que Jesús es el rey de Israel pero lo es de todos los pueblos a los que salva y redime. Eligio caminar con nosotros y es por ello que se lo anuncia como Emmanuel que significa “Dios con nosotros” tal como había profetizado Isaías.
En particular Mateo nos presenta un momento difícil en la vida de José que bien puede parecerse a lo que puede sucederle a cualquier joven: el drama que vive al pensar que su novia está esperando un hijo, y por eso, de acuerdo con la ley, repudiarla.
Pero José era uno de esos “pobres de Iahvé” que Vivian aquello de preferir la misericordia al sacrificio y en medio de la oscura noche de la incertidumbre, que recibe el encargo de ponerle nombre porque el prototipo del creyente que debe saber escuchar la Palabra y tomar consigo a Jesús. Algo como lo que le sucederá años después cuando el hijo se pierde en Jerusalén.
Siguiendo en el espíritu del clima navideño asistiremos, guiados por Mateo, a la visita de los Magos como para dejar claro que ha venido para todos, mas allá de los precarios limites de Israel. Más, todavía, para destacar el protagonismo de los niños, tema tan dolorosamente olvidado en tantos casos de dolorosa actualidad.
Dice Monseñor Vinero Plagia, presidente de la Pontificia Académica para la vida a cuya inspiración mucho debe esta columna: “descender de la gran ciudad y acercarse a la periferia de Belén y entender todo lo que significa volver por otro camino, no el de Herodes que es el de la violencia y la autosuficiencia, sino el del amor y paz”.
Esta cerca el día
Vendrá la matanza de los inocentes donde se ve claramente, por un lado, el llanto de Raquel equivalente de los niños soldados, de los que no tienen casa ni remedios ni juegos ni patria, de los que mueren en el seno materno, de los que mueren a causa del hambre no obstante la increíble opulencia de unos pocos.
Para librarse de esa matanza deberá ser deportado a Egipto también como tantos de ahora que deben huir de su tierra para afrontar el exilio por razones sociales, políticas, económicas e ideológicas porque nada de lo humano le resulto ajeno.
A la muerte de Herodes podrá retornar a Israel pero no se instalara en la región central de Judos sino en la periferia de Galilea en una aldea perdida, Nazaret que era considerado un lugar de donde no podía salir nada bueno.
Pero, para él, salir de allí era una elección, la de partir de los últimos para anunciar el reino de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, la paz y el amor. Celebramos el nacimiento de este hombre que es hijo de Dios.
Es una expectativa alerta y gozosa, tal como el apóstol Pablo se lo decía a los romanos: “ustedes saben en qué tiempo vivimos y que ya es hora de despertar. Nuestra salvación está ahora más cerca que cuando llegamos a la fe. La noche está muy avanzada y se acerca el día.
Dejemos entonces las obras propias de la oscuridad y revistámonos de las vestiduras de la luz”. Jesús eligió caminar con nosotros. ¿Con quién elegimos caminar nosotros?