Desde el evangelio

Padre Hugo Segovia
Por Padre Hugo Segovia.

Padre Hugo Segovia

“Hoy no existe más un sistema contra el cual rebelarse, no existe la opresión de una familia que se debe combatir. El gran enemigo es la nada. Una nada confortable que tiene semblante falsamente amistoso, una nada que quiere tu bienestar pero no sabe decirte qué es el “bien”.

Así definía años atrás a nuestro tiempo la escritora italiana Susana Tamaro a la cual el cardenal Martini había llamado a tomar parte en su famosa Cátedra de los no creyentes.

Y enumeraba las realidades que cada día nos presentan las crónicas: suicidio de adolescentes, a menudo segregados de los grupos; madres que matan a sus propios hijos; padres que para vengarse de compañeras que los han abandonado matan a sus hijos y después terminan suicidándose.

Aunque la escritora recuerda que siempre han existido en las sociedades es la frecuencia y hasta la banalización la que nos obliga a interrogarnos.

Comentaba también que no recordaba reuniones o encuentros en los cuales no se levantase el coro de los lamentos y casi siempre salía perdiendo la juventud actual.

Encuentro palabras de nuestro obispo, precisamente en la ciudad que este verano ha sido la sede de un hecho tan dramático como el asesinato de un joven, Fernando Baéz Sosa. “No se puede caer en la simplificación de pensar que la violencia es solo un tema de jóvenes. No es de los jóvenes, es de todos” y, consecuente con lo que muchas veces ha pedido: “¿qué hemos hecho los mayores para llegar a esta situación?”.

LOS DESAFIOS EN NUESTRO TIEMPO

El mismo día que una multitud en la Plaza de Congreso reclamaba justicia al cumplirse el primer mes del asesinato a las puertas mismas del boliche “Le Brique” de Villa Gesell, monseñor Mestre celebró una misa que nucleó a miles de personas, tanto locales como de la comunidad turística.

El había sido párroco de la iglesia de la Inmaculada Concepción de la ciudad balnearia lo cual aportó una cuota de ternura muy importante como tantas veces lo recuerda el papa Francisco al reclamar una “revolución de la ternura” para nuestro tiempo.

Pero la cercanía del obispo con la gente se asoció al mensaje que el mismo papa le había enviado cuando ya había tenido ocasión de comunicarse con la familia del joven.

Pensaba el 18 de este mes en palabras recientes del arzobispo de Santiago de Compostela al anunciar la realización del Año Santo: “corremos el riesgo de volvernos individuos ligth para quienes la prioridad es surfear las complicaciones, individuos que se construyen una identidad en base a sus hábitos de consumo”… “estemos alerta a los cantos de sirena que incitan a saltear nuestra cultura, incluso nuestra naturaleza humana desde cero”.

LA COSTOSA ESPERANZA

La atención pública se concentró el 18 de febrero en los dos escenarios. No confrontados sino asumiendo lo que cada día pedimos en la Oración por el Sínodo Diocesano: “responder desde el Evangelio a los desafíos de nuestro tiempo” implicándonos en la complejidad de las realidades que tantas veces nos atormentan.

En el documento conclusivo del Sínodo de 2018 dedicado al problema de la juventud, el papa Francisco nos hablaba de “un proceso lento, respetuoso, paciente, esperanzado, incansable y compasivo” que las comunidades cristianas deben asumir en las tareas de la pastoral juvenil.

Estos jóvenes de hoy que, también lo dice la Exhortación “Christus vivit”, “estás expuestos a un constante zapping, marioneta a merced de las tendencias del momento” suelen ser los principales destinatarios de las críticas y también, en gran medida, las víctimas por excelencia de la represión y de las sospechas.

En la tira de Mafalda veíamos a una señora que al paso de un joven melenudo, decía: “esto es el acabóse” a lo cual ella replicaba: “este es el
continuóse del comenzóse”…

Más allá del horror que el asesinato de Fernando nos ha provocado, los culpables han contribuido a aumentar el escepticismo sobre la posibilidad de que una lectura a fondo de la realidad nos haga descubrir el paso del Señor sin temor a los tiempos difíciles sino asumiéndolos en la esperanza.