Ayer, hoy y siempre: “El país es una casa”

Padre Hugo Segovia

En las vísperas del nuevo año recibimos saludos y augurios de muchos amigos y también de personas que no conocemos porque tal vez nunca como entonces el saludos es universal.

Mientras leía crónicas sobre el Sínodo que se llevó a cabo en octubre me encuentro con algo que decía el Papa Francisco en la vigilia ecuménica que se llevó a cabo el 30 de setiembre.

Allí acompañado por el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I y el primado de la Iglesia anglicana, Justin Welby con quienes tiene una particular sintonía afirmó que “sin oración no puede haber Sínodo”.

Participaban del evento en la plaza de San Pedro 18 mil personas y organizadores principales eran los integrantes de Taizé.

Allí dijo: “para llegar al corazón de los hombres no necesitamos gritos violentos. A Dios no le gustaban las proclamas y los alborotos, las habladurías y la confusión. Prefiere hablar “con el susurro de una brisa ligera, con un hilo sonoro de silencio”.

Vale la pena decir que ese mismo día se llevaron a cabo 2.000 celebraciones semejantes en todo el mundo y que el lema era de por sí elocuente “together” (juntos).

Decía en fin el Papa: “pidamos que el Sínodo sea un kairos de fraternidad, lugar donde el Espíritu Santo purifique a la Iglesia de las charlatanerías, las ideologías y las polarizaciones”.

LOS CIMIENTOS

En esos días, los de mí lectura sobre el hecho sinodal, terminaba ese terrible 2023 y recibía saludos y augurios como suele ocurrir en ese espacio.

Estaba buscando un poema que me había impactado mucho bastantes años atrás.

El tema de esa poesía tenía que ver en grave medida por la situación concreta por la cual como sociedad estamos circulando.

Escuchaba al arzobispo de Buenos Aires monseñor Jorge García Cuerva en la oración que tuvo a su cargo en la catedral de nuestra capital, símbolo de los avatares de nuestra historia.

Se trataba de la invocación religiosa ecuménica que se llevó a cabo el 10 de diciembre al comenzar el nuevo período constitucional que coincidía con el aniversario cuarenta de la restauración democrática.

El arzobispo primado comparaba allí al país con una casa cuyos cimientos deber ser la fraternidad, la libertad y la memoria: “la libertad verdadera se basa en la fraternidad y es un don del Dios liberador que nos hace libres pero para ser más dignos y solidarios. Es un Dios que nos impulsa, libres, a comprometernos de una manera preferencial con los que más sufren”.

MIRAR AL BIEN COMUN

Agregaba aquí un elemento muy destacado: “sabemos que una de las concepciones más modernas y más difundidas sobre la libertad es la que la libertad personal termina donde empieza la del otro”. Se trata de una visión individualista ajena a la fe cristiana porque el que ha recibido el don de la liberación obrada por Dios no puede pensar que la libertad consiste en estar lejos de los otros sintiéndolos como molestia, no puede ver al ser humano encerrado en sí mismo sino siempre incluido en una comunidad. La dimensión social es fundamental y nos permite mirar al bien común y no solo al interés privado”… importante la referencia del arzobispo a la minoría de los que, con sus luces y sus sombras, forjaron una patria y cuyo nombre no debe utilizarse para desunirnos”.

Aunque parezca extraño, sin embargo estas palabras tienen mucho que ver con ese “together” del encuentro ecuménico vaticano.

Pero más aún: la búsqueda del poema. “El búcara roto” es una poderosa convocatoria a cuidar esas heridas, por imperceptibles que sean porque rompen la unidad del cristal.

Pero la careta de mi amigo coronó mi espera del nuevo año y vino a dar fuerza a los sentimientos. Decía: “sin que me diera cuenta (habla de nuestro primer encuentro) de un momento a otro de lo, solo que estaba y todas las necesidades que reinaban en esos días no cabe duda que fuiste el responsable para que no tire la toalla. A la distancia reconozco en vos al maestro de la vida”.

Lo mejor que pasó en esta Navidad.