PADRE HUGO SEGOVIA
Encuentro con Jesús resucitado
La publicación de la encíclica “Mediator Dei” que escribió Pío XII vino a dar personería al movimiento litúrgico que se estaba gestando desde el siglo XIX sobre todo en los monasterios benedictinos y en comunidades dedicadas a la promoción de la liturgia sobre todo en Francia y Bélgica. Iba a ser en los años 50 uno de los ríos que desembocan en el mar, en este caso el Concilio.
La encíclica fue como la oficialización del movimiento litúrgico y el año 1950 que iba a venir a animar el gran movimiento que tuvo su expresión más notable en el año Santo, tiempo del gran retorno después de la dura experiencia de la guerra.
Es así como la reforma de los ritos de Semana Santa fue un hecho notable y se puede decir que fue una verdadera revolución.
Aquella renovación de la conciencia bautismal que como el incentivo para la concreción de la reforma conciliar que, coincidentemente, tuvo su primer capítulo con el análisis de la liturgia, tema de la primera Constitución, la “Sacrosanctum Concilium” que no fue ajena a fuertes cuestionamientos, sobre todo cuando se tocó el tema de la lengua vernácula y la inculturación. No se puede soslayar la opinión de uno de los protagonistas del evento que llegó a decir que “tocar al latín era atentar contra la unidad de la Iglesia”.
Los ritos pascuales
Lo cierto es que en aquellos tiempos se utilizaba una expresión que no ha perdido actualmente: se hablaba de la “cara de Viernes Santo que tenían muchos cristianos” y que no estaba lejos de unas palabras del filósofo Nietzsche cuando firmaba que los católicos tenían “poca cara de redimidos”
El hecho de ubicar los principales momentos de la liturgia pasional a las mismas horas en que sucedieron ocasionó no pocos problemas aun cuando era evidente que celebrar a la mañana del sábado santo la vigilia pascual era, por decirlo de alguna manera, un desatinado por más que estuviera cansado por el peso de los siglos. ¡Sonaban a la mañana del sábado las campanas acalladas anunciando que el Señor había resucitado al tercer día!
Las repercusiones de la reforma de los ritos pascuales no se quedaba solo en los horarios sino que tocaba los aspectos coincidentes con otras facetas de la liturgia, en concreto lo referente a la querella del arte sacro que era uno de los temas referentes a las construcciones del espacio sagrado.
Ni hablar de los aspectos estéticos que tenían un climax en la plasticidad de la vigilia pascual, sumamente enaltecida y promovida por la reforma de los ritos.
El camino de la Fé
De todas maneras esa reforma marca un momento cumbre, en la evolución de la liturgia ya que estamos lejos de ese deslumbramiento de los años 50 que, de alguna manera, será necesario despertar en nuestro pueblo. Benedicto XVI decía que el año litúrgico es un gran camino de fe… de Moises a los profetas y a Jesús las escrituras son historia y son ellas el camino se torna a la Palabra que es como el eje”. Así Adviento, Navidad, Epifanía, Cuaresma, Pascua, Ascensión, Pentecostés.
El gran desafío de la reforma litúrgica es llegar a un encuentro vital, personal y comunitaria con el Señor resucitado. La Iglesia es el cuerpo histórico de Jesucristo y por ello es una comunidad sacramental no fundamentalmente jurídica y el sujeto de la celebración es la Iglesia encarnada en las comunidades que celebran, que constituyen el cuerpo de Cristo al que nos incorporamos por el bautismo.
Al llegar a esta fecha central de nuestra fe va entonces el deseo que formulamos en estos días y que nunca pierde actualidad: ¡felices pascuas!