¿Podemos llamar al Cardenal HUMMES padrino del Papa Francisco?
Basándonos en la confidencia que el mismo Papa hizo en la primera ronda de prensa que el Papa recién electo hizo dos días después de su elección ante una muchedumbre de periodistas llegados de todo el mundo y asombrados por ese hombre que había venido, según el mismo dijera “desde el fin del mundo”.
En esa ocasión explicó los pormenores de su elección lógicamente aquello no sujeto al secreto, y cómo cuando se llegó al número clave que le aseguraba de Sao Paulo le dijo que “no se olvidara de los pobres” lo que le inspiró el nombre que como Papa iba a elegir.
Esa confesión tiene una gran importancia porque, en cierto sentido entra en la interioridad de un hecho sujeto al sigilo sino también porque Francisco habló del cardenal como de “un gran amigo”.
Es justo decir que los cardenales que se ubican en el Conclave no lo hacen al azar ni por elección personal sino de acuerdo con su precedencia, norma, que es muy común en la Iglesia para regular los encuentros y asambleas.
En este caso ambos cardenales habían sido elegidos por Juan Pablo II en 2001. Ambos se conocían y tenían una relación avalada por sus pastores de dos iglesias muy importantes como son la de Buenos Aires y la de Sao Paulo y haber participado en 2007 nada menos que en la Conferencia de Aparecida. Esa afinidad se fue mostrando porque el brasileño, a pesar de su edad avanzada continuó trabajando como lo demuestra el Sínodo para la amazonia y su trabajo incesante hasta los últimos momentos de su vida muy relacionada con una presencia vigorosa en medio de la difícil situación de la Iglesia brasileña muy mítica de la situación social de su país.
Un querido amigo
Ahora nos llega la noticia de su fallecimiento y es indudable que la pertenencia del cardenal a la familia franciscana ha estado muy en la base de ese pedido en un momento que no cuesta mucho imaginar es de una grandeza imposible de describir. Además también exhibe la riqueza de la espiritualidad de Francisco que ha reconocido, muy agradecido, su amistad con Claudio Hummes.
En aquel momento al saberse el nombre del elegido ese “habemus papam hizo enmudecer al mundo entero. Se pensó que el nombre elegido tenía que ver con un santo jesuita patrono, de las misiones, San Francisco Javier también jesuita pero la mirada del cardenal Bergoglio no se reducía a la que él, muy enseguida de esos momentos inaugurales, denunciaría como un pecado de la Iglesia: la auto referencialidad que también se emparenta con el clericalismo.
Promesas cumplidas
Las razones de la elección del nombre de Francisco las expuse Bergoglio al decir que, a la luz de las palabras del cardenal, pensó en los pobres, en la paz del mundo y en el cuidado de la creación.
Es sumamente elocuente porque esos tres temas han estado presentes en cada gesto y en cada pronunciamiento de este hombre que pensaba que, una vez terminado el Conclave retomaría a Buenos Aires para abandonar su gobierno de la arquidiócesis de Buenos Aires, sabido que él ya había cumplido a los finales de 2011 los 75 años reglamentarios para el ejercicio episcopal y se pensaba que para fines de 2013 sería nombrado su sucesor.
Para confirmarlo, entre ingente cantidad de documentos y gestos, hemos elegido lo que dejo en la Basílica de San Pedro el 25 de marzo cuando consagró a Rusia y a Ucrania al Inmaculado Corazón de María, traducidas sus palabras a treinta y cinco lenguas.
Imposible de sintetizar, solamente algunos de los párrafos más llamativos queden como testimonio: “hemos perdido la senda de la paz.
Hemos olvidado la lección de las tragedias del siglo al sacrificio de millones de caídos en las guerras mundiales.
Hemos desatendido los compromisos asumidos por la comunidad de las naciones y hemos traicionado los sueños de paz de los pueblos y la esperanza de los jóvenes.
Nos hemos enfermado de avidez, no hemos encerrado en intereses nacionalistas, nos hemos dejado endurecer por la indiferencia y paralizar por el egoísmo.
Hemos preferido ignorar a Dios, convivir con nuestras falsedades, alimentar la agresividad, suprimir vidas y acumular armas olvidándonos de que somos custodios de nuestro prójimo y de nuestra casa común.